JUDITH REYES
Toño Canica
Conocí a Judith Reyes en el año de 1979, habían
pasado 11 años del fatídico dos de octubre, 5 años de la muerte de Lucio
Cabañas, años de muchas transformaciones en la vida social y política del país.
Un grupo de artistas y de trabajadores de la cultura intentábamos de muchas
maneras consolidar la organización independiente en nuestras filas. CLETA,
LIMAR, TEPITO ARTE ACA, LA PEÑA MORELOS, FRENTE MEXICANO DE GRUPOS TRABAJADORES
DE LA CULTURA EL TALLER DE ARTE Y COMUNICACIÓN (TAI) Junto a magnos festivales
del periódico del Partido Comunista mexicano, OPOSICIÓN, rodeaban la atmósfera
de la época en que conocí a Judith. El PCM, el PMT y el PRT eran las
organizaciones que lidereaban y que iniciaban la transformación de una
izquierda distinta que surgiría en los años 80s. Había efervescencia social y
los artistas reflejábamos cada quien a nuestra manera esa época. El canto de Judith
no se podría entender sin tomar en cuenta la época en que surgió y se hizo
presente. Una voz transgresora y denunciante propia de una mujer activa y
defensora de su manera de mirar y combatir por sus ideales.
Precisamente, siendo yo uno más de los artistas
que fundamos LIMAR (liga independiente de músicos y artistas revolucionarios)
me encontraba en las instalaciones de la
Peña Tecuicanime que en ese tiempo se convirtió en sede de la liga, ensayando en un proyecto musical con mi
compañero Lucio Vidal recibimos la llamada. La señora
Judith Reyes solicitaba el apoyo de dos músicos que tocaran guitarra para
acompañarla en sus presentaciones. Lucio y yo acudimos a la llamada. Fuimos a
su casa en iztacalco y nos atendió una mujer dulce, amable y que hablaba mucho.
De inmediato hicimos química, le mostramos a Judith que más o menos le rasgueábamos
a la lira lo suficiente como para tocar los corridos y cantares que formaban
parte de su repertorio. Ella nos aceptó
inmediatamente como sus músicos acompañantes y a la semana siguiente ya
estábamos en Oaxaca en una gira político-cultural de las que ella hacía siempre
respaldada por organizaciones agrarias o organizaciones populares. Empezamos
tocando El Corrido de los Influyente en una plaza en la ciudad de Oaxaca, con
apenas una decena de oyentes. Continuamos con Gorilita Gorilón y entre canción
y canción la voz de Judith inundaba la plaza que poco a poco empezaba a ser más
concurrida, las denuncias que hacía Judith de las represiones del gobierno y de
la corrupción de los políticos eran celebradas cada vez con mayor entusiasmo
por los asistentes. A la cuarta canción esa plaza ya estaba llena y el público,
de origen humilde y campesino aplaudía y gritaba junto con Judith. El concierto
se estaba convirtiendo en un mitin político. Poco a poco, también, iban
llegando policías y agentes de seguridad que a las expectativas y
amenazadoramente rodeaban la plaza.
El carisma de Judith y su valentía nos invadía.
Consignas, denuncias y palabras dedicadas a los policías recordándoles su
origen popular y pidiéndoles que no reprimieran a su propia gente, a sus hermanos
a sus madres.
Era la voz de Judith, esta cantante-activista
que narró como pocos la época que le tocó vivir, fiel a sus ideales. Una mujer
sencilla, pero fuerte de carácter y temperamento, en ocasiones poco tolerante
pero en el fondo amorosa, que conservó la esencia del histórico corrido de
denuncia y de la canción política.
Sus canciones son un legado histórico. Una
muestra auténtica de una época de este México de la guerrilla, el dolor y el
olvido. Una provocadora de la conciencia. Crítica del más nefasto Pri-gobierno
Así, seguimos tocando su repertorio ese día en
Oaxaca, vino el turno de cantar El corrido Del partido de los pobres, entonces
la policía dio por concluido el evento y dispersó a la gente. Judith guardó su
guitarra pero siguió denunciando con su
voz los “abusos del gobierno”.
Nos enfilamos presurosos al hotelito en donde
nos habían dado hospedaje, Judith nos abrazó y yo no pude ocultar que me
temblaban los pies. Judith, como una madre protectora nos apapachó y así
comenzó mi experiencia al lado de esta inaudita mujer.
¿Cobrar?
En ese tiempo cobrar en este tipo de actos no era costumbre y era hasta
mal visto, nosotros fuimos por la admiración a Judith y la solidaridad con su
causa, sin embargo al regresar a México ella nos ofreció un pago, además de una
deliciosa comida sabedora que todo trabajo debe ser remunerado dignamente:
Hasta en eso nos brindó una gran lección esta gran señora.
Su vida
y sus canciones deben ser recordadas como parte de la historia de las mujeres
que han construido desde abajo a este país.
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