sábado, 22 de marzo de 2014

JUDITH REYES

JUDITH REYES
Toño Canica

Conocí a Judith Reyes en el año de 1979, habían pasado 11 años del fatídico dos de octubre, 5 años de la muerte de Lucio Cabañas, años de muchas transformaciones en la vida social y política del país. Un grupo de artistas y de trabajadores de la cultura intentábamos de muchas maneras consolidar la organización independiente en nuestras filas. CLETA, LIMAR, TEPITO ARTE ACA, LA PEÑA MORELOS, FRENTE MEXICANO DE GRUPOS TRABAJADORES DE LA CULTURA EL TALLER DE ARTE Y COMUNICACIÓN (TAI) Junto a magnos festivales del periódico del Partido Comunista mexicano, OPOSICIÓN, rodeaban la atmósfera de la época en que conocí a Judith. El PCM, el PMT y el PRT eran las organizaciones que lidereaban y que iniciaban la transformación de una izquierda distinta que surgiría en los años 80s. Había efervescencia social y los artistas reflejábamos cada quien a nuestra manera esa época. El canto de Judith no se podría entender sin tomar en cuenta la época en que surgió y se hizo presente. Una voz transgresora y denunciante propia de una mujer activa y defensora de su manera de mirar y combatir por sus ideales. 
Precisamente, siendo yo uno más de los artistas que fundamos LIMAR (liga independiente de músicos y artistas revolucionarios) me encontraba  en las instalaciones de la Peña Tecuicanime que en ese tiempo se convirtió en sede de la liga,  ensayando en un proyecto musical con mi compañero Lucio Vidal recibimos la llamada. La señora Judith Reyes solicitaba el apoyo de dos músicos que tocaran guitarra para acompañarla en sus presentaciones. Lucio y yo acudimos a la llamada. Fuimos a su casa en iztacalco y nos atendió una mujer dulce, amable y que hablaba mucho. De inmediato hicimos química, le mostramos a Judith que más o menos le rasgueábamos a la lira lo suficiente como para tocar los corridos y cantares que formaban parte de su repertorio.   Ella nos aceptó inmediatamente como sus músicos acompañantes y a la semana siguiente ya estábamos en Oaxaca en una gira político-cultural de las que ella hacía siempre respaldada por organizaciones agrarias o organizaciones populares. Empezamos tocando El Corrido de los Influyente en una plaza en la ciudad de Oaxaca, con apenas una decena de oyentes. Continuamos con Gorilita Gorilón y entre canción y canción la voz de Judith inundaba la plaza que poco a poco empezaba a ser más concurrida, las denuncias que hacía Judith de las represiones del gobierno y de la corrupción de los políticos eran celebradas cada vez con mayor entusiasmo por los asistentes. A la cuarta canción esa plaza ya estaba llena y el público, de origen humilde y campesino aplaudía y gritaba junto con Judith. El concierto se estaba convirtiendo en un mitin político. Poco a poco, también, iban llegando policías y agentes de seguridad que a las expectativas y amenazadoramente rodeaban la plaza.  
El carisma de Judith y su valentía nos invadía. Consignas, denuncias y palabras dedicadas a los policías recordándoles su origen popular y pidiéndoles que no reprimieran a su propia gente, a sus hermanos a sus madres.
Era la voz de Judith, esta cantante-activista que narró como pocos la época que le tocó vivir, fiel a sus ideales. Una mujer sencilla, pero fuerte de carácter y temperamento, en ocasiones poco tolerante pero en el fondo amorosa, que conservó la esencia del histórico corrido de denuncia y de la canción política.
Sus canciones son un legado histórico. Una muestra auténtica de una época de este México de la guerrilla, el dolor y el olvido. Una provocadora de la conciencia. Crítica del más nefasto Pri-gobierno
Así, seguimos tocando su repertorio ese día en Oaxaca, vino el turno de cantar El corrido Del partido de los pobres, entonces la policía dio por concluido el evento y dispersó a la gente. Judith guardó su guitarra pero siguió  denunciando con su voz los “abusos del gobierno”.
Nos enfilamos presurosos al hotelito en donde nos habían dado hospedaje, Judith nos abrazó y yo no pude ocultar que me temblaban los pies. Judith, como una madre protectora nos apapachó y así comenzó mi experiencia al lado de esta inaudita mujer.   
¿Cobrar?  En ese tiempo cobrar en este tipo de actos no era costumbre y era hasta mal visto, nosotros fuimos por la admiración a Judith y la solidaridad con su causa, sin embargo al regresar a México ella nos ofreció un pago, además de una deliciosa comida sabedora que todo trabajo debe ser remunerado dignamente: Hasta en eso nos brindó una gran lección esta gran señora.            
 Su vida y sus canciones deben ser recordadas como parte de la historia de las mujeres que han construido desde abajo a este país.  

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