TRIBU(1)
Pequeño ensayo de una microhistoria en primera
persona (*)
Ángel Agustín Pimentel Díaz
Estoy practicando una suerte de magia,
embelezado yo modelo con un barro sumamente maleable una flauta. La tierra
hecha arcilla va dejando su antiguo estado para convertirse en un instrumento
musical a través del cual veré aumentadas mis posibilidades expresivas. Mis
dedos disfrutan la textura de la pasta y absorto en esta acción mágica, mi
introspección me lleva 37 años atrás, y me veo invitando a un grupo de niños a
trabajar en un coro para celebrar el 10 de mayo. Se da la actividad y
continuamos haciendo cosas; pretendemos hacer un grupo de rock que toque
composiciones propias.
Para mí era un acto de consolación, pues
acababa de romper con “Misery Blues Band”, grupo del que, junto con otros
adolescentes yo formaba parte. Y debo agregar que el nombre anterior y primero
de ese grupo fue el de “The Keepers”. Aún con dos nombres en su haber, su vida
fue efímera; llegó a su fin cuando, entre los compañeros, no pudimos conciliar
posiciones encontradas, generadas al momento de decidir lo que debería ser el
repertorio del grupo. Lo del blues quedaba claro; nos daba un sentimiento de
audacia, aunque se había acordado incluir también rock y balada.
Uno de los compañeros opinaba que deberíamos
cantar en inglés; mi posición, por el contrario, era que deberíamos, además de
componer nuestras propias canciones y música, utilizar el idioma español. El
compañero argumentaba que un grupo de rock cantando en español era tan ridículo
como un mariachi cantando en inglés; los alegatos que yo esgrimía eran que el
rock había nacido con la tecnología que permitía por primera vez en la historia
compartir la misma música entre gente de una misma generación en el mundo, los
dueños de la tecnología que lo hacía posible hacían rock y hablaban inglés,
nuestro deber por lo tanto, era subirnos al rock hablado español, con un
discurso que tuviera que ver con nuestra idiosincrasia y nuestros sueños, había
que apropiarlo con nuestra propia historia. Exponer los alcances del debate
sería largo, por lo que concluiré diciendo que no pudimos concertar nuestros
intereses y la única solución entonces fue disolver el grupo.
Con los niños del improvisado conjunto, que
fluctuaban entre los 14 y 16 años, no encontré oposición en que interpretáramos
mis composiciones, así que después de Las mañanitas maternales, seguimos
ensayando y tocando donde la mínima coyuntura lo permitiera. No había un
proyecto definido; el trabajo, en realidad, fue tomando forma con la práctica.
Transitamos por muchas corrientes con las cuales íbamos matizando nuestro
proceso.
Con la idea, como ya dije, de hacer un cierto
tipo de “rock nacional”, incursionamos en el Son mexicano, género que toma
forma en cada rincón cultural del país, hacíamos fusiones de instrumentos
folclóricos artesanales con instrumentos electroacústicos de factura
industrial, también nos dábamos el gusto de hacerlo en la forma tradicional, ya
también componíamos colectivamente.
En ese tiempo aún quedaban fuertes resabios del
movimiento estudiantil del 68 y todos los movimientos sociales latinoamericanos
de aquella época, por lo que nuestras composiciones tenían una carga de
discurso político, mismo que se respiraba en el ambiente. Nuestro asombro por
los instrumentos musicales y artefactos sonoros nos llevó más allá de lo
nacional, experimentando con instrumentos centro y sudamericanos, además de
africanos, asiáticos y todo lo que hiciera vibrar el aire para hacer sonido. Un
eclecticismo rampante ha imperado desde entonces en nosotros.
Decidimos que todos los integrantes del grupo
estudiaran música. Para ello nos inscribimos en la Escuela Nacional de Música
de la UNAM, en el área de etnomusicología, era el grupo piloto que serviría de
prueba para instaurar dicha disciplina como una licenciatura de la institución.
Al término del curso ésta no fue reconocida sino hasta varios años después;
nosotros en tanto recorrimos el país estudiando la música indígena, formando
además un acopio sonoro que fue, junto con las imágenes de fotógrafos y
videoastas, el acervo del Archivo Etnográfico Audiovisual del INI(2) Además de
este registro etnomusical, se organizaron encuentros de música y danza por casi
un centenar de comunidades indígenas de México; por seis años realizamos este
trabajo, de 1976 a 1982.
Así como es rica la diversidad étnica de
México, igual lo es su riqueza cultural, pero al no haber una política de
estado que la salvaguarde, sobre todo de los embates de la “cultura de masas”
que los medios propician, globalizando la cultura y decidiendo lo que la
sociedad debe escuchar, ver y aprender, o mejor dicho, consumir. No es fácil,
pero se debiera estudiar sistemáticamente, analizar, tipificar y aprovechar
éste legado que no sólo es desaprovechado, sino que se acerca a lo que parece
ser su fin irremediable.
Sin duda fue un día venturoso aquel en que nos
propusimos hacer una pieza musical con instrumentos prehispánicos. Recorrimos
mercados de artesanías y no conseguimos sino remedos de los instrumentos que
previamente habíamos visto en las vitrinas de los museos y libros que habíamos
consultado. De cualquier manera, algunas cosas adquirimos para componer una
primera pieza, “La persecución del armadillo”, nombre que propuso Alejandro, y
que pronto abandonamos en el camino, aunque cabe decir que si la interpretamos
en varias ocasiones.
Asimilamos, sin embargo, que era necesario
aprender a construir réplicas, por lo que devoramos cuanto libro encontramos
con información de organología(3) arqueológica prehispánica de México, así como
también tallado de madera, trabajo en concha y tecnología cerámica, además de
visitar artesanos diestros en todos esos menesteres que nosotros aplicaríamos a
la construcción de dichas réplicas.
Al fin logramos los primeros instrumentos cuyos
creadores habían desaparecido hace mucho tiempo, pero nos habían legado la
responsabilidad de mantenerlos vivos. Lo tomamos como una responsabilidad y un
gusto. Nunca dejamos de usar los instrumentos modernos, ni los folclóricos,
pero a partir de ese momento los instrumentos antiguos se volvieron lo más
importante de nuestro trabajo. Hemos estudiado psicoacústica(4), y arqueología,
que con la etnomusicología(5) nos dieron un marco referencial suficiente para
cerrar un círculo: teoría, construcción de reproducciones y ejecución de tan
maravillosos utensilios.
Han transcurrido 37 años, me pregunto si es
tiempo de hacer historia, entendiendo esta como la acción de hacer un recuento,
un análisis y sacar conclusiones. La historia cuenta actualmente con una
herramienta metodológica que es la microhistoria, al hacer la historia de un
pueblo, un pequeño grupo de personas o incluso de un individuo vemos, a través
de ésta, reflejos de la historia del mundo y la filigrana de los eventos. Por
eso en este ejercicio de escribir una síntesis de la historia de un grupo de
música, en este caso TRIBU, no podemos sino considerarla producto o
consecuencia de lo que ha sucedido en el tiempo y lugar que nos tocó vivir y su
conexión con los sucesos en el planeta.
Hace 37 años en una colonia en formación a la
orilla de la ciudad de México, influidos por el rock, la canción de política,
el movimiento folclórico e ideologías tan diversas como: la ecología, el
socialismo, la onda; entre otras; contexto en el que Quetzlcoatl, Gandhi, Marx
y los Beatles se saludan. Ha sido una vida interesante, digna de volver a
vivirse. La historia de éste grupo no ha sido escrita, me daré un tiempo para
hacerlo, este es un pequeño adelanto y la adquisición de un compromiso.
Terminé la flauta, con la conciencia de lo que
esto significa, no fue necesario un aparato mediático, no se requirió de una
acción mercantil, sólo el planeta tierra que me sustenta y del cual tomé un
trozo que embebí en agua para hacerlo moldeable, el fuego le dio solidez y en
éste momento el aire de mi aliento permite a mi espíritu manifestarse. Tierra,
agua, fuego, viento los cuatro elementos en un instrumento… se ha tendido un
puente entre un tiempo remoto y el siglo XXI.
Ahora estoy en un escenario haciendo sonar mi
flauta y se que nada ha sido inútil, la arcilla transformada, con mi soplo,
suena… el conjuro a dado frutos.
México Tenochtitlan 2010.
(1) TRIBU es un grupo de música de la ciudad de
México, y residencia compartida con San Luis de la Paz, Guanajuato. Por mucho
tiempo estuvo integrado por cuatro elementos. Hoy en día participa ya la
segunda generación de descendientes y podemos encontrar trece en el escenario.
Una verdadera TRIBU.
(2) INI, Instituto Nacional Indigenista, hoy
CDI, Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas.
Organología es el nombre dado a la disciplina
que estudia los instrumentos musicales.
(3) La psicoacústica es la rama del
conocimiento que se encarga de estudiar la percepción subjetiva de las
cualidades y características del sonido y la forma en la que éste se escucha
(4) Se entiende por etnomusicología a la
materia encargada de estudiar la música, especialmente: la de tradición oral,
la indígena, la folclórica, la popular, y aquella de culturas diferentes a la
occidental. Fue creada cuando la musicología solamente se encargaba de la
historia de la música europea. En la actualidad, musicología y
etnomusicología deberían ser una misma
(*) Publicado en la Revista Nueva Cultura (Segunda Epoca) Número 3 Septiembre 2010
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