REFLEXIONES SOBRE “EL CANTO DE LA TRIBU” (1)
Jorge H. Velasco García
A seis años de haberse editado El canto de la
tribu. Un ensayo sobre la historia del movimiento alternativo de música popular
en México, es pertinente reflexionar sobre las diversas reacciones que ha
provocado su publicación entre las gentes que conforman este movimiento
cultural alternativo.
Sin mencionar nombres, puedo decir que
básicamente han sido tres las posiciones que se han presentado ante el
contenido de mi ensayo, y serían en términos generales las siguientes:
1. Inconformidad ante la ausencia en el texto
de referencias a ciertas personas, grupos y situaciones que forman o han
formado parte de este movimiento musical.
2. Discrepancia ante ciertas afirmaciones
contenidas en el ensayo.
3. Beneplácito por la iniciativa de reconstruir
parte de la memoria musical ligada a los movimientos sociales de las últimas
cuatro décadas.
Trataré en breve espacio de dar respuesta a
estas posiciones, no sin antes mencionar que ésta era precisamente la intención
del ensayo, es decir, despertar el interés sobre este tema tanto de los
participantes en el movimiento como del público en general, provocando la
polémica y la discusión. Considero que sólo de esta forma se puede avanzar en
la construcción de una historia crítica de los movimientos culturales
alternativos y de resistencia que permita superar los errores pasados y afinar
la puntería en la búsqueda de alternativas culturales acordes con las urgentes
transformaciones sociales que requiere el país.
Respecto al primer punto, debo decir, como lo
he venido diciendo, que la investigación nunca trató de ser exhaustiva y
enciclopédica, siendo por el contrario, un primer intento de rastrear los
puntos nodales del desarrollo de este movimiento cultural alternativo
realizando un análisis del mismo desde el punto de vista de las ciencias
sociales.
De esta forma los nombres de personas y grupos
que se mencionan en el ensayo, son sólo algunos ejemplos que sirven para
ilustrar determinados momentos de la historia de este movimiento musical y
efectivamente ni están todos los que son, ni son todos los que están.
Queda entonces como tarea a seguir, el realizar
una investigación más minuciosa y detallada que nos proporcione en lo posible,
la información sobre la totalidad de entidades musicales presentes en todo el
país a lo largo de más de cuarenta años, tanto de los compañeros que ya han
desaparecido como los que continúan con su propuesta alternativa, como serían
por ejemplo, “Los Nakos” y Oscar Chávez, cuyo trabajo de ambos data del año de
1968, o grupos de larga tradición como Salario Mínimo y Tribu, entre muchos
otros. Pero esta tarea, debe ser un compromiso conjunto de todos nosotros,
hacer un esfuerzo de acudir al recuerdo para reconstruir esta parte de la memoria
colectiva musical de los grupos subalternos de la sociedad mexicana.
De igual forma, ante las críticas recibidas en
algunas presentaciones del libro en provincia, sobre el carácter centralista
del ensayo, debo insistir en la necesidad de que sean los propios músicos los
que realicen el recuerdo, el registro y la reflexión sobre su historia musical
regional, para avanzar en la construcción de una historia crítica de este
movimiento cultural alternativo a nivel nacional. No se puede estar esperando
que desde el “centro” se escriba la historia cultural de todo el país, y esto
nos compromete a todos, músicos e investigadores.
Con respecto al segundo punto, una de las
críticas al ensayo señala que este movimiento dado su carácter político ha sido
sectario, priorizando los aspectos propios de la militancia sobre los de
carácter puramente estético, en detrimento de la calidad musical. En este
sentido se señala, no debemos hablar de un “canto de la tribu”, que nos limite,
sino de un “canto de México”.
Aquí hay dos cosas a señalar, por una parte, el
carácter político social de esta música y canto alternativos, y por otra parte,
la relación y equilibrio con los aspectos propiamente estéticos, musicales y
literarios.
Es necesario decir que no se puede hablar de un
“canto de México”, como si no existieran diferencias sociales, y como si México
fuera una entidad homogénea ignorando la pluralidad cultural existente, como en
los buenos tiempos del nacionalismo cultural. La sociedad mexicana ha devenido
cada vez más en una sociedad más injusta, inequitativa y antidemocrática,
producto de los gobiernos neoliberales que padecemos. La resistencia de los
grupos sociales oprimidos por esta política, se expresa entre otra cosas en
manifestaciones artístico culturales que hacen frente a la cultura mediática
difundida masivamente como parte del control ideológico del estado.
Es por esto que el movimiento alternativo de
música popular, se identifica con los intereses de los grupos subalternos de la
sociedad mexicana y no con los grupos sociales que detentan el poder económico,
político y militar en nuestro país. Ante un “canto de México”, mediático y
enajenado se opone un canto de la tribu conformado por músicos, compositores,
intérpretes, promotores, críticos, técnicos y demás personal que desde sus
diversas trincheras luchan por transformar la realidad con la fuerza de la
música y la palabra, importantes medios de comunicación y de creación de
identidades individuales y colectivas.
Por otra parte es incorrecto pensar que este
movimiento cultural se caracteriza por su improvisación y mínima o nula calidad
artística. La larga trayectoria de muchos compañeros músicos que sin abandonar
su posición ideológica, han transitado de un nivel musical precario en sus
inicios, a la perfección e incluso virtuosismo en sus propuestas artísticas
actuales, desmiente esta afirmación.
Asimismo en el ensayo se señala, cómo la
diferencia en la forma de la propuesta musical que va del panfleto político a
la elaboración poética refinada, depende del momento coyuntural en el que se
hace presente la propuesta estética. En una huelga, o una toma de tierras, el
panfleto tiene la función de dar cohesión ideológica y fuerza moral para
enfrentar la violencia del estado, el corrido es frecuentemente utilizado en estas
situaciones, dado su canto sencillo y directo. Lo anterior no niega que en
otros momentos del desarrollo del movimiento social surjan otras propuestas más
elaboradas literaria y musicalmente, como se demuestra en el ensayo al hablarse
de las diversas dimensiones que conforman esta expresión cultural.
Finalmente, debo agradecer todas las opiniones
favorables en el sentido de aportar con el ensayo, datos y líneas de
investigación que nos ayuden a una mejor comprensión de este movimiento
cultural alternativo. Para ilustrar este punto me permito citar las palabras
del desaparecido, pero ahora más que nunca, siempre presente en los movimientos
sociales de nuestro país Carlos Monsiváis, en el prólogo del ensayo:
“Jorge Velasco … en El canto de la tribu…da un
pormenor de lo que aquí se ha cantado… en huelgas, marchas, movimientos
políticos, sociales, mítines en el Zócalo, en quioscos de pueblos, fábricas,
fiestas…Es el ámbito (melódico, letrístico) de la resistencia a la injusticia,
la explotación, la deshumanización capitalista, es el ofrecimiento de mínimos
respiraderos como la libertad a raudales… Velasco es un historiador y cronista
infatigable. Su interés básico es demostrar –y lo hace cumplidamente- la
persistencia de la música y la literatura que no se doblegan al conformismo
reinante, y a su variabilidad letal, la moda…El canto de la tribu, es un libro
bien informado, militante de un modo generoso, colmado de homenajes discretos y
significativos… La izquierda ha olvidado su patrimonio musical, sus corridos, himnos
y canciones, y al hacerlo, ha renunciado a una parte irrenunciable de su
imaginario. Es tiempo de recuperar esa herencia, para confirmar, otra vez, que
uno es también lo que canta, y de modo muy sentido, como se decía en el tiempo
en que así se dijo”.
Estas son sólo algunas reflexiones que tendrán
mayor valor en la medida que sean retomadas, discutidas y difundidas pues como
se señala en el apéndice del ensayo: “Nuestra esperanza como agradable melodía,
no pierde el ritmo ni desafina mientras existan gentes dispuestas a escucharnos
y a acompañarnos en el gozo eterno de imaginar que es posible alcanzar la
utopía. Nos queda la certeza que el ideal de un México más justo, libre y
democrático puede estar contenido en una nota musical dispuesta a estallar en
los oídos y la conciencia de quienes nos escuchan… Esto ha sido, es y será el
canto de la tribu.”
(1) Publicado en la Revista Nueva Cultura, segunda época (Julio 2010)
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