lunes, 1 de julio de 2019

La lucha, el color y el folklor de René Villanueva



Buenos días de parte de;
La lucha, el color y el folklor de René Villanueva
Primer lunes de julio
(A la pajarita…)

Hace 18 años, por estas fechas, René Villanueva decidió seguir pintando y cantado en otros escenarios, nos dejó cuando aún tenía mucho para compartir.
Conocí a René en el teatro Casa de la Paz, durante uno de los primeros conciertos de su grupo “Los Folkloristas”. El foro, no muy grande, estaba abarrotado con la familia de los muchos músicos que en ese entonces conformaban el entusiasta proyecto musical. Por el escenario, plagado de instrumentos, desfilaban los diferentes protagonistas que habían aprendido empíricamente alguno de los muchos géneros de la música popular latinoamericana.

Adrián Nieto, uno de los fundadores del grupo, nos contó “Ahí estábamos sentados esperando, haciendo cola con nuestra guitarrita, éramos como una sonora montonera“. Y cuando llegó el momento de interpretar los ritmos andinos, apareció René con su inseparable quena. Al terminar el concierto, lo abordé para platicar sobre su instrumento y rápidamente surgió su efusiva plática que emanaba conocimiento, entusiasmo y mucha pasión, a partir de aquel día construimos una fuerte amistad.
Desde los 5 años yo estaba muy interesado en esos géneros musicales. Mis padres, para desarrollar su proyecto científico, cargaron con toda la familia hasta la entonces muy lejana Venezuela y ahí siempre mostraron gran interés por su rica tradición folklórica. Pronto comenzaron a comprar para mis hermanos mayores todos los instrumentos típicos que se encontraron, y ese primer intento para hacer música en familia lo continuaron fomentando por siempre. Recuerdo que mi padre, en sus viajes por Latinoamérica, no perdía la oportunidad de adquirir discos de música popular, la única vía posible en ese entonces, para entrar en contacto con tan vasta cultura musical y fue a través de ellos que los muchos interesados en ese arte, poco a poco comenzamos a tratar de dilucidar cómo se podían interpretar aquellos ritmos.
En una entrevista que René me regaló poco antes de morir, me contó que desde muy pequeño, él también sentía una fuerte pasión por la música. Por las tardes se escondía tras un muro, allá en su natal Oaxaca, para escuchar la transmisión de “La hora de Cri Cri" en la radio de un vecino.
Al iniciar los años 70, después de escuchar con cuidado los discos de La Nueva Canción chilena, argentina y cubana, que eventualmente llegaban a México, algunos comenzaron a voltear su mirada hacia la música que teníamos más cerca. Así como en su momento lo hizo el eminente antropólogo, etnomusicólogo y sociólogo americano Joseph Raoul Hellmer Pinkham, René continuó con su importante obsesión de recopilar la más recóndita música popular mexicana. Con su grabadora en mano, recorrió lejanos lugares para hacer las capturas de lo que fue su aporte al rescate, y posterior divulgación, de lo mejor de nuestra música tradicional. Además de insistir en su grupo para incorporar en el repertorio los géneros menos conocidos de la música de nuestro país, también trabajó incansablemente en la radio universitaria, con la intención de dignificar los muchos valores musicales y poéticos populares de Latinoamérica.

LA QUÍMICA DEL ARTE
Por alguna extraña razón, en la Facultad de Química de la UNAM, dónde había estudiado René, surgieron muchos músicos. Cuando conformamos la primera versión de nuestro grupo La Peña Móvil, los cuatro integrantes estudiábamos ahí. Supe de las reminiscencias químicas que René poseía sobre lo aprendido en nuestra escuela, gracias a una querida tía dedicada a la fabricación de pinturas, ella me contó que él tenía un especial encanto para vender ciertos pigmentos muy especiales, indispensables en la elaboración de sus productos, “este púrpura parece prehispánico, no hay nada más obscuro que el negro de humo, este amarillo es de mi tierra oaxaqueña…”. Recuerdo ahora esta rara faceta del oficio de René y pienso que quizá el vivir en medio de tanto color lo motivó para desarrollar una de sus tres grandes pasiones, el arte plástico.
Además de la química, René estudió historia del arte, después ingresó a La Esmeralda y a la Academia de San Carlos donde aprendió las técnicas de los grandes maestros de la época, Fernando Castro, Raúl Anguiano y Benito Messeguer, entre otros.
Durante el turbulento 1968, entre lienzos y pinceles, rápidamente memorizó las consignas, pintó paredes, tomó las calles, conoció las cárceles y comenzó a militar con una ferviente actitud, ante la realidad de un país reprimido. El nuevo y vehemente luchador social, nunca se detuvo en su afán por tratar de aproximar a los más pobres hacia una nueva era de libertad y justicia. Quienes lo conocimos de cerca, sabemos que actuó con esos objetivos hasta el final de su existencia en la tierra.
Hace un año, su última y muy querida compañera de vida, Beatriz Zalce (La pajarita), organizó una muestra pictórica con algunas de sus creaciones menos conocidas, óleos, acrílicos y dibujos al carbón, sirvieron para que sus amigos, nos pudiéramos acercar, aún más, a su intenso ímpetu artístico. Aquí les comparto el óleo de una fábrica abandonada pintado en su juventud, que me obsequió unos días antes de morir.

EL ESCRITOR
Como sucede en todos los gremios artísticos, es común que entre los músicos existan, además de los normales celos profesionales, constantes y agudas críticas internas, pero René, en su libro “Cantares de la Memoria” sorprendió a todos los que participamos en aquel movimiento, ya que en su crónica se dedicó a escribir las cuestiones positivas que encontró en cada uno. Es importante recordar su obra porque, a pesar de que Fernando Morán (blog: La nueva canción mexicana) y Jorge Velasco (El canto de la tribu) han redactado buenas reseñas sobre lo sucedido durante aquel movimiento, son pocos los trabajos literarios que describen lo que fue un ejercicio cultural tan necesario.
De las veces que compartimos escenarios con los Folkloristas, dos de ellas fueron magníficas: un concierto en la Arena México ante más de doce mil asistentes, organizado para apoyar a los damnificados por un terremoto en Guerrero, y otro en el Palacio de Bellas Artes, para presentar al FLEC (El frente para la libre expresión de la cultura). En ambos casos, él fue un entusiasta promotor, con decisión, planteaba sus claros argumentos sobre cómo debería ser la actitud de los músicos ante ciertas circunstancias de la vida, y es que René poseía una maravillosa necedad por todo lo que consideraba justo, correcto e indispensable.

TREINTA AÑOS COMPRIMIDOS EN UN DOCUMENTAL
Hace más de 20 años, René me buscó para comunicarme lo siguiente: “ahora que cumplimos tres décadas de hacer nuestro trabajo, vamos a celebrarlo tocando en el Palacio de Bellas Artes y cómo lo imaginarás, ahí no estarán los medios masivos de comunicación, tú sabes que sus dueños ni quieren, ni entienden nuestra música, así que te invito para que hagas la videograbación del evento”.
Con una unidad móvil dotada de tres cámaras frontales, y una más que me coloqué al hombro para captar el complejo mundo de circunstancias que suceden tras bambalinas, registramos el emotivo concierto. Tiempo después, invité a todos los músicos que habían pasado por tan icónico grupo, para degustar una espléndida paella que prepararon Rosibel y Jordi, las reglas del evento eran sencillas: "vienen con mucha hambre, tiempo disponible y se traen todos sus instrumentos".
Así pudimos captar, de manera muy cercana, cómo se desarrollaba la inolvidable velada en la que, entre canción y canción, cada uno de ellos nos aportaba algo estupendo. De la edición de ambos eventos surgió el documental “Los Folkloristas 30 años” que recomiendo a los interesados en esta música, porque refleja toda una historia, no sólo del grupo sino de lo mucho que se estaba gestando en esas épocas, (el video está disponible para todos gratuitamente, en nuestro portal kathedra). En el trabajo podrán conocer lo que mis queridos amigos nos compartieron acerca del desarrollo de todo aquel esfuerzo, empeñado en movilizar tanto talento para hacer justicia a la música de nuestro continente.
Hoy, a 50 años de iniciar tan enorme esfuerzo creativo, “Los Folkloristas” se distinguen notablemente por sobre la enorme banalización en que se mueve la “exitosa” música comercial y sé que su arte se sigue replicando con la misma calidad de hace medio siglo, porque así como lo reiteraba René saben que
“la música es un asunto de amor”.

Las tres grandes motivaciones que en vida tuvo mi querido amigo, cómo el 2 de octubre, ¡no se olvidan! y creo que su obra puede ser un buen legado para muchos ya que, aunque no lo sepamos, todos necesitamos de música, color y una razón digna para vivir.
Yo sé que tú, René Villanueva, ahora mismo andarás por allá, en el cosmos de los justos, organizando alguna tocada revolucionaria de compromiso y lucha, al lado del Negro Ojeda, Violeta y la Mercedes, María Elena Torres, Víctor Jara y Daniel Viglietti, entre tantos otros, y será un gran evento porque todos ustedes saben muy bien que lo que bien se ama y aprende en esta tierra, estén donde estén, jamás se olvida.

Joaquín Berruecos
Tlalpan CDMX
1 de julio del 2019.

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