A
través de la historia de México la música y la canción han sido instrumentos
utilizados por los sectores subalternos para expresar su inconformidad ante la
situación de dominio que viven y para proyectar sus anhelos y necesidad de
transformación social. Un claro ejemplo de esta música de resistencia es el
corrido, cuya presencia a partir de la Revolución se encuentra fuertemente
asociada en el imaginario colectivo a la historia de las luchas populares campesinas,
hasta convertirse en un símbolo metonímico de las mismas.
Vemos
así que desde el movimiento estudiantil de 1968 hasta la época actual, los
corridos acompañan las diversas movilizaciones sociales, como el levantamiento
indígena zapatista en Chiapas, los movimientos estudiantiles como el “Yo soy
132”, el movimiento urbano popular por demanda de vivienda y servicios, las
movilizaciones de los electricistas del SME ante la desaparición de la Compañía
de Luz y Fuerza del Centro, las protestas de los maestros contra la Reforma
Educativa y los reclamos por la desaparición de los 43 normalistas de
Ayotzinapa, entre otros movimientos sociales. En estos corridos aparecen
símbolos que refieren a la lucha contra el mal gobierno y por la democracia;
así como por la tierra, la justicia y la libertad, presentes en los corridos
revolucionarios. Corridos y canciones compuestas tanto por participantes de los
movimientos como una forma de expresar musicalmente los acontecimientos
vividos, como también por artistas que desde fuera del movimiento se vinculan a
los grupos sociales en lucha ofreciendo sus composiciones como parte de los
elementos que conforman la cultural inmaterial y el imaginario político de la movilización,
haciendo frente al control ideológico de los grupos dominantes.
León
Chávez Teixeiro es un cantautor que ha estado presente con su canto en los
movimientos sociales de la sociedad mexicana desde el movimiento estudiantil de
1968 hasta las actuales movilizaciones del siglo XXI, empleando una fusión de géneros
musicales orientados más hacia el rock, blues y folk, que hacia géneros
tradicionales, aunque como señala Jorge Gasca, una de sus primeras canciones “Amigo
Ven” compuesta antes de la ocupación de la plancha del zócalo por los
estudiantes en 1968 se canta a ritmo de
son (abajeño).
Es
importante destacar como bien señala el
autor que: “La gran mayoría de las canciones de León son canciones para la toma
de conciencia, llamados a reflexionar sobre la explotación, la desigualdad
social, a través de viñetas que retratan la pobreza y la miseria de los
trabajadores, principalmente urbanos, que potencialmente podrían convertirse en
gente politizada y en lucha, en el trabajo y en sus barrios pobres, en los que
a pesar de la adversidad (y aquí Jorge ilustra esta situación con parte de la
letra de una de las canciones emblemáticas de León, “Mujer, se va la vida
compañera) le “dan la vuelta a la cerradura” después de “hablar de los camiones
y del patrón, de reírse juntos y platicar”, coronando la vida cotidiana, “jugando
con su ternura” y “ocultando todos sus males”, aunque sea temporalmente, como
modos alternos -sin duda- de su “existencia en ruptura” de esas burbujas en
libertad que los seres humanos abren en su vida cotidiana.”
Señala
el autor en las primeras líneas de esta obra que su intención al escribirla
obedece a una necesidad histórica de “reconocer y resaltar la trascendencia de
León Chávez Teixeiro como fundador de una corriente estético-política impulsora
de una cultura alternativa que hay que enaltecer, preservar y continuar.” Podemos
decir en otras palabras, ahora que está de moda patrimonializar diversas
expresiones culturales del país con un trasfondo más político y turístico comercial;
que de verdadero rescate y protección de estas expresiones culturales, como el
mariachi, el día de muertos, la pirekua, etc. podemos decir que la obra
artística de León tanto musical como pictórica constituye un patrimonio musical
en resistencia de las clases subalternas de la sociedad mexicana que debe ser
analizado, protegido y difundido. Un patrimonio que muestra la otra cara de la
moneda del neoliberalismo actual, la “Otra cara de la patria”, como diría
nuestra querida y añorada Judith Reyes, compañera de León en el canto
revolucionario y creadora de una auténtica cronista musical del movimiento
estudiantil de 1968 quien fuera encarcelada y exiliada por su canto
comprometido.
En
este sentido, al hablar de un canto comprometido con el momento histórico en el
cual surge, Gasca destaca la necesidad de vincular la historia de la música
popular en México con la historia político social; propuesta que hace tiempo
había planteado Ricardo Pérez Montfort en un encuentro sobre el canto nuevo en
los años ochenta y que no ha sido suficientemente desarrollada. De ahí el
compromiso que músicos e investigadores debemos asumir para escribir esta
historia política y social de la música en la sociedad mexicana.
Por
otra parte, en una de sus primeras frases sobre la intención de la obra, Jorge Gasca
señala en el prólogo que: “…Nos interesa dejar constancia, para la memoria
musical de aquellos sectores de la población que han abrazado esto a lo que se
llama izquierda en México, dejando
también evidencia de que la posibilidad de una cultura alternativa es factible”.
Esto habla de igual forma de la necesidad de mantener viva la memoria
colectiva, en este caso la memoria musical de lo que ha sido el trabajo sonoro
de artistas comprometidos con su momento histórico. Una memoria que aflora en
las diversas movilizaciones sociales y que se hace presente junto con las
nuevas canciones y parodias que surgen al calor de las movilizaciones creando como
hemos señalado una identidad e imaginario colectivo que da fuerza y cohesión a
los movilizados, al mismo tiempo que expone sus demandas y deconstruye el
discurso oficial.
Hablamos
aquí de la empresa estético política de un canto de una gran tribu, sustantivo
que me permito emplear solo para destacar los rasgos de solidaridad y acción
colectiva que implica el término, hablamos de la obra de un conglomerado de trabajadores
de la cultura que, afinando y entonando las armas del recuerdo y la memoria, enfrentan
con su canto épico una heroica batalla contra el olvido neoliberal que con sus
cantos de sirenas diseñados en el escritorio de la mercadotecnia pretenden
controlar las mentes de aquellos que emprenden la Odisea de navegar en búsqueda
de la utopía.
Esa
utopía que como bien señala Jorge Gazca es alumbrada por el “radicalismo” de
León Chávez Teixeiro, esa utopía que señala el autor “…no concebimos como la
búsqueda de un “sueño imposible” sino, por el contrario, como la construcción
concreta de una realidad alternativa, es decir la cara iluminada de la utopía.”
En términos del filósofo y antropólogo Esteban Krotz, se trata de la utopía
entendida no como un simple optimismo o fantasía arbitraria, sino como el
espacio donde se anticipa lo nuevo, donde se ensaya la posibilidad de una
sociedad nueva, libre de toda opresión a la dignidad humana.
Asimismo
es de destacar el laborioso trabajo que realiza el autor, de exponer la
situación económica, política, social y cultural mundial y nacional a través de
la historia tejiendo esos hilos con el tejido propio de la vida de León,
permitiéndonos entender las profundas motivaciones e intereses que moldean el trabajo
estético político de León, que pasa de una etapa formativa política y estética en
su experiencia de vida comunal a la etapa militante después del 68. Un tránsito
de León y sus compañeros de la comuna de Santa María la Rivera que recorren los
caminos que los llevan de la socialidad artística, a la socialidad política y
de ahí a la militancia partidista en el Partido del Proletariado Mexicano.
Solo
un tema me gustaría poner en la mesa de discusión, después de recorrer las
líneas donde Jorge Gazca desmenuza detalladamente las diferencias entre canción
de reflexión política, de denuncia, de combate o contingente y de utopía y
esperanza. Este tema es el de la pertinencia del término “canto proletario” que
si bien destaca al sujeto revolucionario postulado por la teoría del comunismo
científico, en el presente siglo, con el surgimiento de múltiples movimientos
sociales como lo son los movimientos estudiantiles, indígenas, ecologistas,
feministas, etc. con demandas muy particulares que se articulan con las
demandas ancestrales del proletariado y el campesinado; no sería más pertinente
hablar de un “canto de resistencia” al neoliberalismo, un canto que resiste y
se opone a la múltiples formas de dominación del capital en su etapa actual
neoliberal, con esto quiero señalar que la discusión comienza para construir
esta historia, y esto es algo alentador pues se le da su justo lugar a la
cultura alternativa de los sectores subalternos de la sociedad mexicana.
Finalmente,
felicito a mi tocayo por esta extensa y profunda investigación que nos invita a
acercarnos a la obra de León Chávez Teixeiro, obra cuyos sonidos, letras,
formas y colores plasmados en canciones y pinturas, nos muestran la cotidianidad
de las clases trabajadoras de la sociedad mexicana, para entender el pasado, el
presente y el futuro de la revolución comunista, de la transformación social,
de la incansable búsqueda de la utopía deseada, que hoy más que nunca se ve más
cercana por la esperanza que renace en los corazones y la conciencia de
millones de mexicanos con el nuevo gobierno elegido y con el enorme trabajo y
compromiso que nos espera a cada uno de nosotros que deseamos un mundo mejor, en donde como
dice la canción de Roberto González, la libertad se adueñe de la Tierra, “...libertad
mi libertad ven y toma mi ciudad”. Y así
como en su momento otro destacado cantautor del canto de la tribu Jaime López señaló
que “Por mi raza hablará el Piporro”, podemos decir que a través de las líneas
de este deslumbrante libro de Jorge Gazca se escucha el rugido revolucionario de
León… Muchas gracias.
Septiembre
2018
Jorge
Velasco
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