Tribu.
45 años de antropología musical de México
El
barrio de Iztacalco, al oriente de la Ciudad de México, fue en 1973 la cuna del
resurgimiento de la música de los antiguos mexicanos. En ese entonces un grupo
de adolescentes amantes del rock comenzó su exploración musical a través de la
canción política acompañados de la música tradicional. Con el transcurso de los
años, debido a su labor como etnomusicólogos en gran parte de las comunidades
indígenas de la República Mexicana, su trabajo se especializo en los
instrumentos prehispánicos recreando los sonidos del Mexico Antiguo y
realizando una fusión con los ritmos e instrumentos modernos.
Las
lenguas indígenas mexicanas no han quedado ausentes en sus cantos. Así escuchamos
Viricota (Cora), Coyote Venado (Huichol), Cantar 12 de Dzitbalche (Maya),
Xihuala (Náhuatl) y la musicalización de textos de poetas texcocanos. Estos cantos
y sonidos mexicanos han recorrido varios países del mundo.
El
17 de noviembre del año pasado se estrenó en México el documental “Tribu Camino
Rojo” del director Oscar Carrillo con una semblanza de su carrera artística. El
17 de mayo de este año celebraron en el Teatro de la Ciudad “Esperanza Iris” de
la Ciudad de México su 45 aniversario con un gran concierto por el cual han
sido nominados al galardón Lunas del Auditorio 2019 en la categoría Música
Tradicional.
Agustín
Pimentel y Alejandro Méndez, dos de sus integrantes y fundadores son egresados
de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH).
El
grupo de rock The Keepers formado por
jóvenes tuvo una efímera vida que dio paso a la Misery Blues Band, en ambos grupos Agustín Pimentel había sido su integrante
hasta que por diferencias en el idioma elegido para cantar las canciones tuvo
que emprender otros caminos. Mientras por una parte se argumentaba que debían
interpretar las canciones en inglés, Agustín por otra parte se inclinaba por la
composición e interpretación de canciones en español. Para consuelo de Agustín
y para la fortuna de todos nosotros llegó una invitación para la celebración del
día de las madres en donde el coro estaba formado por adolescentes menores a
los 16 años dentro de los cuáles se encontraba Alejandro Méndez .
Había entonces que entonar las clásicas mañanitas y desde luego con la
prontitud de la invitación trabajar en un repertorio en el cual Agustín ya sin
oposición podía integrar sus composiciones. A partir de esta experiencia el
tránsito musical de este núcleo los llevo con libertad a explorar diferentes
corrientes y géneros, desde el folklore sudamericano que en ese tiempo estaba
en su apogeo hasta incursionar en el son mexicano, sin dejar de lado dos bases fundamentales: el rock y la canción
política.
Sus
viajes como exploradores y alpinistas a la par de músicos los llevaron a
diferentes regiones del país en donde recopilaban materiales e instrumentos
artesanales que combinaban con los instrumentos electroacústicos. Su cercanía
geográfica con los colonos del Campamento 2 de Octubre los condujo a un
activismo cultural en donde ellos fueron los coordinadores del Segundo
Encuentro de la Canción Política en 1979, cuyo resultado fue la formación de la
LIMAR (Liga Independiente de Músicos y Artistas Revolucionarios), agrupación
que dio debate a la incorporación de distintos géneros musicales y a un trabajo
de calidad. Anteriormente a esta experiencia habían incursionado también como
promotores culturales formando el CEAPL (Centro Experimental de Arte Popular
Latinoamericano) realizando conferencias, talleres, cineclub y funciones de
teatro y música en donde además destacaba la labor de titiriteros de Agustín y
Alejandro. Años más tarde esta experiencia les ayudaría para organizar en 1987 el
Primer Festival de la Toltequidad en Pozos, Guanajuato.
Ingresan
posteriormente a la Escuela Nacional de Música de la UNAM en donde recién se
había abierto un grupo piloto en aras de establecer la Carrera de Licenciatura
en Etnomusicología. Concluidos sus estudios se incorporaron a trabajar en el Archivo
Etnográfico Audiovisual del INI (Instituto Nacional Indigenista) lo cual les
permitió recorrer nuevamente el país, pero enfocados más en las comunidades
indígenas en donde además de realizar un acopio sonoro, fotográfico y
audiovisual lograron hacer un amplio registro etnomusical que se concretizo en
varios fonogramas. Hasta ese momento ya tenían la mayoría de los elementos
suficientes para componer e interpretar su propia música, pero faltaba la
incorporación de los instrumentos de origen prehispánicos. Conocían de ellos
por los libros y por los museos, fueron en su búsqueda con recorridos en
mercados de artesanías pero encontraban instrumentos ornamentales más que
utilitarios, motivo por el cual se
dieron a la tarea de aprender a construir réplicas de los instrumentos de los museos
y de las colecciones privadas, convirtiéndose a la postre en grandes maestros.
A
la par de realizar conciertos, talleres y grabaciones propias, que hasta la
fecha acumulan 18 discos, desde sus inicios viajaron constantemente a varios
países recorriendo Japón, Italia, Francia, Cuba, Argentina, Chile, Perú,
Jamaica y Guatemala y desde luego a los Estados Unidos de Norteamérica. Desde
hace más de 40 años es el Estado de California el que se ha convertido en el
lugar con más giras anuales, en donde su presencia es ampliamente reconocida,
dando conciertos y talleres en escuelas tanto elementales como universitarias.
En sus inicios allá por 1974 esta posibilidad de acercamiento con las
comunidades de migrantes en el vecino país de norte fue debido a su relación
con el movimiento chicano. Estos viajes se vieron interrumpidos en 1985 después
de participar en una caravana para recaudar fondos para los damnificados del
terremoto ya que en los primeros días de enero del año siguiente sufrieron un
accidente automovilístico que casi los envía de gira permanente al Mictlan. Es
hasta el año de 1995 en donde logran reanudar sus giras periódicas que
mantienen hasta la fecha y de las cuales he tenido la fortuna de ser uno de sus
principales promotores.
En
California las semillas de la tradición fueron sembradas por dos vertientes: la
de Andrés Segura Granados en la ciudad de Fresno1969-70 y la de Florencio
Yescas en la ciudad de San Diego en 1974. Enfocados más a las danzas de
concheros y a los conocimientos ancestrales, estas enseñanzas no cubrían los
aspectos musicales de nuestras culturas antiguas, salvo los cantos y alabanzas.
Fue entonces que a raíz de las visitas del grupo Tribu a California se dio una
amplia difusión a los instrumentos de origen prehispánicos, debido a que a
partir de 1995 Tribu ha trabajado mayormente acústicamente, realizando sus
presentaciones bajo el formato de un cuarteto de cámara.
Pareciera
que todo su trabajo sería digno de reconocimiento, sin embargo para los
investigadores e instituciones no lo ha sido tanto, entonces Agustín Pimentel y
Alejandro Méndez decidieron ingresar a la ENAH (Escuela Nacional de
Antropología) y obtuvieron una licenciatura la cual les permite realizar su
trabajo de una manera más completa. Pero más que premios y reconocimientos el
grupo Tribu ha cosechado durante sus 45 años de trabajo una amplia red de
colaboradores lo que le ha permitido concretizar proyectos como es el caso del
documental “Tribu Camino Rojo” del director Oscar Carrillo.
El
grupo Tribu con sus 45 años de antropología musical de México, como mensajeros
de la música de nuestras antiguas culturas, está dejando un valioso legado a
las nuevas generaciones. Siempre habrá grupos y personas que continúen con su
encomienda, porque su calidad humana ha sembrado amistades por todas partes.
Fernando Morán
Ponencia presentada durante el XV FORO INTERNACIONAL DE MUSICA TRADICIONAL
Cantos, relatos, rezos y danzas en lenguas maternas de los pueblos amerindios de México
Muy buena reseña, indudablemente Tribu a contribuido a llenar un vacio que ninguna institución incluyendo al inah a llenado, el conocimiento serio y profundo del instrumental prehispánico
ResponderEliminar