ESTRENO
SABADO 22 DE NOVIEMBRE DE 2025
Quilapayún, la canción de la esperanza
Fernando Morán
La mariposa
(Eduardo Carrasco-Sebastián Quezada)
En 1965 un trío de jóvenes, el cual integraban Julio Carrasco, Julio Numhauser y Eduardo Carrasco, comenzó su trabajo artístico con una presentación en la recién creada Peña Universitaria de Valparaíso. Optaron nombrarse como Quilapayún, cuyo significado es tres barbas, que es una palabra mixta extraída de la lengua mapuche. En el mes de abril de ese mismo año, en Santiago de Chile abrió sus puertas la Peña de los Parra, un lugar creado por los hermanos Isabel y Ángel Parra, hijos de Violeta Parra, que tuvo como principal elenco a Rolando Alarcón, Tito Fernández, Víctor Jara, Patricio Manns y la familia Parra, fieles exponentes del folklore y de la nueva canción chilena.
Fue Ángel Parra el primer director del Quilapayún, que con el tiempo fue sumando integrantes. Posteriormente, en 1966, conocieron a Víctor Jara durante el primer Festival del Folklore celebrado en Viña del Mar, quien aceptó y se hizo cargo de la dirección artística y que en base a la práctica y la disciplina logró las bases de una presencia escénica acompañadas de una calidad musical en ascenso. En 1966 grabaron su primer disco llamado Quilapayún: Canciones folklóricas de América, y al año siguiente el disco Canciones folklóricas de América bajo la tutela de Víctor Jara. También grabaron en España el disco Juan Capra y los Chilenos, en el cual aparecen bajo otro nombre por cuestiones contractuales.
Esos años fueron de efervescencia y de grandes cambios políticos y sociales que lograron construir la Unidad Popular y con ello llevar a la presidencia a Salvador Allende en 1970, en donde la cultura y el arte siempre acompañaron a estos movimientos, y además fueron incluidos durante los tres años en que se gobernó, hasta que llegó el golpe militar. Entre 1968 y 1973, el grupo Quilapayún grabó un total de ocho discos de larga duración, dos con la EMI Odeón y seis con la Discoteca del Cantar Popular (DICAP), compañía creada por las Juventudes Comunistas. La discografía de estos años fue mínimamente reditada en México, tanto por Discos Fotón (a cargo del Partido Comunista Mexicano) y Discos Pueblo (a cargo de Los Folkloristas), salvo la Cantata Popular Santa María de Iquique, sólo se editaron dos discos compilados. Esto se debió en parte a que la producción realizada en Chile fue destruida por la junta militar y que al no haber másters se lograron extraer de los discos editados en otros países. Para quienes nos aficionamos a este grupo, solíamos acudir a los escasos lugares en donde se vendían discos importados en donde lográbamos adquirirlos, y debido a su precio teníamos que dividirnos para seleccionarlos y compartirlos. Actualmente, por medio de las plataformas es posible escuchar casi en su totalidad las grabaciones. Años atrás, cuando todavía circulaban los discos compactos, se les fueron agregando como bonus track algunas canciones inéditas.
El pueblo unido jamás será vencido
(Sergio Ortega-Quilapayún)
PUBLICADO ORIGINALMENTE EN LA JORNADA
Sábado 29 de septiembre de 2025
A finales del mes de julio de 1975 una manifestación
pacífica por las calles de San Salvador fue brutalmente reprimida, lo que
provocó que un grupo de jóvenes tomarán la Catedral, siendo el Arzobispo en ese
tiempo Monseñor Romero. A partir de este hecho Franklin Quezada, Roberto
Quezada, Paulino Espinoza y Manuel Gómez crearon el grupo Yolocamba i ta. los
cuales iniciaron un trabajo cultural paralelo siempre al movimiento popular de
su país, hasta que a raíz del asesinato de Monseñor Romero el 24 de marzo de
1980 tres de ellos tuvieron que salir en una “gira” al exterior que duro más de
diez años, mientras que al interior se profundizo la guerra contra el gobierno
por parte de las distintas organizaciones revolucionarias que el 10 de octubre
de 1980 se unificaron bajo las siglas del FMLN (Frente Farabundo Martí para la
Liberación Nacional).
Teniendo como base la Ciudad de México, realizaron
durante esos años una gran cantidad de conciertos tanto en las principales
ciudades de Europa así como de América, con una actividad artística por medio
del canto revolucionario, para denunciar e informar sobre la situación que en
esos momentos se vivía en su país. El mundo entero tenía hasta ese entonces un
conocimiento de El Salvador al igual de su tamaño territorial, los medios
corporativos controlando como siempre, daban las noticias como si se tratase de
un pleito casero, silenciando siempre las atrocidades de los militares y su
apoyo imperial. Y no solo había que denunciar y promover la solidaridad, sino
que además había que generar los recursos económicos para solventar en parte el
sustento para la rebelión.
Hay tantas cosas que escribir sobre los Yolos como se
les llama cariñosamente, pero queremos que sean ellos mismos los que escriban
sus memorias artísticas, rompiendo el silencio, evitando el olvido y el
desprecio como se les tiene en buena medida en su misma tierra, como
“casualmente” sucedió años atrás al ignorarlos y hacerlos a un lado junto a la
Banda Tepeuani y el Cutumay Camones de la grabación “oficial” del disco
conmemorativo del XXX Aniversario del asesinato de Monseñor Romero de parte del
gobierno del FMLN (quien ganó la elección presidencial el 15 de marzo del
2009), a pesar de que ellos han sido los que más le han cantado al Profeta,
desde la Misa Popular Salvadoreña (grabada en 1980) hasta el disco Romero
(grabado en el año 2000). En el año 2016 solo los 4 miembros fundadores
recibieron en El Salvador el Premio Nacional de Cultura.
Compañeros del Yolocamba i ta, desde aquel día en que
llegaron a México como desde antes ya habían llegado compañeros de otros
lugares con diferentes motivos que se resumen con la palabra guerra. Donde
conocieron nuevas calles y plazas y también observaron como en las principales
avenidas había muy a menudo grandes manifestaciones populares exigiendo los
mismos derechos que en su tierra y que se resumen con la palabra justicia.
Transitaron gran parte del territorio mexicano contemplando campos y ciudades
con diferentes fachadas que se resumen con la palabra olvido. Compartieron el
pan y las tortillas, y a la vez comprobaron miles de veces lo mismo que sucede
en millones de partes y que se resumen con la palabra hambre. Escucharon otras
lenguas tan distintas y tan iguales a las de su tierra, murmullos convertidos
en gritos que dejaban de tener eco, silenciados con las únicas respuestas que
se resumen con la palabra represión. Pero a la vez también se encontraron con
manos trabajadoras tristes, cansadas y que a pesar de ser explotadas y
coartadas en sus derechos acudían alegres y con ánimo a sus conciertos para
escuchar su música, llena de esperanza para la nueva vida, sus canciones
rebeldes denunciando las atrocidades contra muchos de parte de unos cuantos y como
reconocimiento a su labor de verdaderos artistas populares recibiendo aplausos
y aclamaciones que se transformaron en consignas y apoyos que se resumen con la
palabra solidaridad.
Otro día nos llegaron noticias de que se firmaron los
acuerdos y dizque ya todo estaba arreglando, y después de una década retornaron
a El Salvador, el mundo entero poco a poco se fue olvidando de lo que pasó y de
lo que actualmente sigue ocurriendo en su país, pero ustedes continuaron con su
trabajo como también aún continúan en muchas partes la guerra, la injusticia,
el olvido, el hambre y la represión. Hoy ustedes están cumpliendo 50 años que
nosotros lo celebramos calurosamente con gran entusiasmo y solidaridad en esta
que también es su casa, donde además con gentes de todos los lugares, en calles
y plazas, en campos y ciudades se escuchan cada vez más voces y cantos que se
resumen con la palabras alto a la guerra, queremos la paz, que viva la libertad.
Muchas felicidades hermanos del Yolocamba I Ta por
habernos legado sus cantos, que son un valioso testimonio y a la vez forman
parte de una memoria histórica. Reciban del pueblo mexicano un agradecimiento
con sabor a nostalgia y rebeldía.
*Cronista e historiador musical
PUBLICADO ORIGINALMENTE EN LA JORNADA
Sábado 23 de agosto de 2025
En Tepito, no todo es nota roja
A principios de los años 70, el joven Mauricio Castro, originario de Xalapa, Veracruz, llegó a radicar a la Ciudad de México y comenzó a trabajar en la Secretaría de Comunicaciones; se instaló primero en Tlatelolco y, por medio de un hermano que tenía un local de zapatos por las calles de Florida y Costa Rica, se mudó a la colonia Morelos.
Un día caminando por la calle de Florida escuchó en una vecindad a un grupo que interpretaba música latinoamericana, se acercó a ellos con el fin de participar, el organizador de este evento le dijo que esta actividad no la organizaban regularmente y lo remitió a la Parroquia de la Divina Institución, ubicada en la calle de Vidal Alcocer casi esquina con Jardineros; en este lugar recién había sido removido el padre progresista Federico Loos, quien había dejado un trabajo con la comunidad creando una biblioteca, una telesecundaria, una preparatoria popular y proyectos autogestionarios de zapateros.
Entre las primeras actividades que promovió Mauricio Castro fue el invitar a Elena Poniatowska, pero con el transcurso de las semanas, se dio cuenta de que los jóvenes tenían otro tipo de intereses. Su camino e inquietudes lo llevaron a relacionarse con el grupo Emaús, que era parte del coro de jóvenes de la iglesia de la parroquia de San Francisco, ubicada en Toltecas esquina con Fray Bartolomé de las Casas, en el mero corazón de Tepito, al lado de la cancha de futbol Maracaná.
En ese lugar fue donde conoció a Diego Cornejo, que era parte de ese grupo, y de inmediato coincidieron en intereses, realizando diferentes eventos en la vecindad ubicada en Fray Bartolomé de las Casas 13; este fue el inicio de la Peña Tepito en 1974, teniendo que abandonar el sitio porque Mario Olivares no estaba muy de acuerdo con las actividades, no sin antes haber participado en Chin Chin el Teporocho, que utilizó el lugar como una de las locaciones para filmar esta película.
Entonces estuvieron deambulando por distintos sitios como la Universidad Obrera y el mercado Abelardo Rodríguez, obteniendo los mismos resultados de ser incómodos por sus programaciones; el único factor a su favor fue que en los diversos recorridos se les fueron sumando jóvenes como Cuauhtémoc García y Enrique Karuki Hernández, hasta que finalmente llegaron a la 4ª calle de Labradores esquina con Sastrería, en donde con el tiempo se unieron más integrantes como Felipe Hernández, Guadalupe Hernández, Blanca Montaño, Eduardo Macedo, Laura Leal, Sergio Ordoñez, Agustín Villa, Ezequiel Aguillón, Ignacio Morán, Marco Antonio Serna y Sergio Urquieta, entre otros, quienes en las funciones sabatinas nocturnas preparaban el escenario.
Al contrario de las peñas folklóricas de esos años, la peculiaridad que tenía la Peña Morelos, que así fue nombrada en su nueva locación en el año de 1976, era que la mayoría de sus eventos se realizaban en la calle de manera gratuita, donde los vecinos llevaban sus propias sillas y prácticamente se cerraba la calle al paso vehicular; gentes de las colonias Martín Carrera y Guerrero, que ya estaban organizadas en uniones de inquilinos, acudían al lugar y comenzaron a tener una relación de colaboración con la que se impartieron talleres de serigrafía, entre otras actividades; en un momento, esto llevó a una incipiente organización de los inquilinos de la colonia Morelos, pero el terremoto del 19 de septiembre de 1985, hace ya casi 40 años, vino a sacudir las actividades de la Peña Morelos, que ya en ese tiempo estaban en decadencia.
De inmediato, dentro de los derrumbes por ser uno de los sitios más afectados, los vecinos encaminaban a los tráileres con la ayuda directamente a la Peña Morelos y comenzaron a organizarse y reconstruir sus viviendas formando una unión de vecinos que agregó el nombre de Peña Morelos en sus siglas; lamentablemente, con el tiempo, las organizaciones sociales que acudieron como zopilotes desestimaron el trabajo cultural.
No obstante, la mayoría de quienes pasaron por las filas de este proyecto cultural continuaron con su desarrollo profesional: Mauricio Castro trabajó hasta su jubilación hace unos años en varias dependencias programando a artistas; Diego Cornejo se dedica a la fotografía y participa en el Foro Internacional de Narración Oral FINO; Marco Antonio Serna Toño Canica, además de ser compositor y cantante, participa con La Trouppe; Ignacio Morán está dedicado a la música académica; Laura Leal, con estudios de posgrado, participa en eventos de formación académica; Enrique Karuki Hernández realiza documentales, además de tener un estudio de grabación; Sergio Ordoñez es miembro del grupo Los Folkloristas.
En fin, la lista continúa, no sin antes mencionar que varios de los participantes ya fallecieron, dejando una profunda huella en sus compañeros que el sábado 9 de agosto del presente, a las 4 de la tarde, estarán festejando los 50 años de la Peña Morelos en la galería José María Velasco, ubicada en Peralvillo #55, en la colonia Morelos.
*Cronista e historiador musical
PUBLICADO ORIGINALMENTE EN LA JORNADA
Sábado 2 de agosto de 2025
El año 1973 fue vital para la nueva canción mexicana. El Palacio de Bellas Artes abrió por primera vez sus puertas para conciertos de Los Folkloristas y Óscar Chávez. En enero de ese año se creó el Centro Libre de Experimentación Teatral y Artística (Cleta), y a raíz del golpe militar en Chile se desencadenaron funciones masivas en el Auditorio Nacional, con el antecedente previo de la función el 28 de octubre en la Arena México a favor de los damnificados.
El 13 de junio de ese año en el Teatro Blanquita de la Ciudad de México se realizó una función especial auspiciada por el Sindicato de Trabajadores y Empleados de la UNAM (STEUNAM). Participaron Enrique Linares, Los Montejo, el músico y pintor Mario Orosco Rivera, el grupo La Peña Móvil y José de Molina.
No era la primera vez que José de Molina se presentaba en un teatro, anteriormente lo estuvo en algunos teatros del Seguro Social, participando como actor en las obras Pueblo Rechazado y Compañero, del dramaturgo Vicente Leñero, bajo la dirección de Gabriel Retes. Dichos trabajos eran parte de la compañía de Teatro Documental de la que también formaban parte Enrique Lizalde, Guillermo Murray, Carlos Bracho y José Carlos Ruiz. Para Compañero, José de Molina compuso tres canciones: Marcha de las madres latinas, Nocturno y Se acabó, que fueron editadas en su primer disco sencillo, que se vendía en las funciones. Aunque José de Molina no participó en la obra Los albañiles, también de Leñero, musicalizó e interpretó un corrido de este dramaturgo y que se escuchaba durante el intermedio.
El Teatro Blanquita fue fundado en 1960 por Margo Su. Era uno de los principales atractivos para los capitalinos, sobre todo para la gente de provincia que venía a visitar la capital del país. En su marquesina estaban los nombres de las principales figuras del espectáculo, en su mayoría artistas populares. A raíz de la relación que tuvo Margo Su con Juan Ibáñez (director de la película Los caifanes) se fueron modificando formatos en la programación y comenzaron a presentarse Ofelia Medina y Óscar Chávez, entre otros. El primer disco de Parodias políticas, de Óscar Chávez fue grabado en su mayoría precisamente en el Teatro Blanquita en 1975.
Chávez y De Molina fueron estudiantes de la Escuela Teatral del Instituto Nacional de Bellas Artes. A pesar de sus cualidades ambos tuvieron que dejar la actuación. El primero porque encabezó junto con Enrique Lizalde la lucha contra la Asociación Nacional de Actores (ANDA), formando la Sociedad de Actores Independientes (SAI), motivo que el costó el veto en teatros, cine y televisión. En cuanto a De Molina el trabajo con sus presentaciones por todo el país y la administración de su propia compañía de discos, Nueva Voz Latinoamericana, lo mantuvieron ocupado. Además de la censura y los intereses opuestos a un arte crítico de quienes mantenían el control del cine, el teatro y la televisión.
A lo largo de los años, desde 1970 hasta su fallecimiento José de Molina editó 10 discos de larga duración, un álbum doble, varios discos sencillos, y la redición compilatoria de un disco en Alemania. Además de publicar dentro de su compañía discos de Othoniel Llanas, Los Nakos, Enrique Ballesté, Ángela Martínez, Vientos para un Nuevo Día y del grupo argentino Siripo. Para realizar sus grabaciones José de Molina recurrió a varios músicos y arreglistas, entre ellos Edgardo Olvera (quien también fue arreglista y director musical de Diego Verdaguer). Lamentablemente sólo editó discos y casetes de su obra y no pudo entrar a la era digital por lo que su discografía se encuentra trastocada en las redes sociales.
Pero el fantasma de sus cánticos suele aparecer continuamente, sobre todo dentro de los movimientos sociales. En especial de quienes fueron el motivo, la razón y el arrebato de sus composiciones. Una de las características de los discos de José de Molina era incluir textos como lo fue el del Movimiento del Magisterio, incluido en el disco Cánticos y testimonios (1971), y la Marcha al Magisterio Independiente, incluida en el disco Contraconfesiones (1981) que ahora es uno de los himnos de los maestros. Por ello nuevamente estuvo presente su canto en las recientes movilizaciones legítimas del magisterio.
Lamentablemente la nueva canción, o como se le quiera llamar, sigue presente porque las condiciones no han cambiado del todo; persisten los motivos y los escenarios; continúa como un espectro. Por fortuna en la actualidad estudiantes e investigadores se han dado a la tarea de recuperar la memoria y los testimonios de la canción en los movimientos sociales, no basta su inclusión en billetes de lotería o que su nombres aparezcan en casas de cultura y demás. Esta canción es viva y está en constante movimiento.
Fernando Morán
Julio 2025
California
Publicado originalmente en el periódico La Jornada el 8 de julio de 2025
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